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Corresponsal en Valencia

Por un trabajo digno

Carol Díaz Tapia -opinión- 

Recién llegada a la capital levantina, mis expectativas empiezan a decaer. Elegir una ciudad donde vivir no es fácil. Muchos factores pesan en la elección. Y uno de ellos, muy importante, es la oferta de trabajo que puedas adquirir. Dicen de Valencia que es una nueva ciudad. Los grandes eventos se suceden, el Ayuntamiento ha limpiado la cara de la ciudad. Pero, ¿dónde está el empleo?

Mientras que en España la tasa de desempleo ha bajado en cerca de 100.000 personas en el segundo trimestre del año, resulta que en la Comunidad Valenciana ha aumentado en 6.900. Si España se sitúa en el 7,95% de paro, la Comunitat lo hace en el 8,72%. Esto no es un buen signo, y más si pensamos los buenos augurios que se presagiaban desde la Administración autonómica.  

Está claro que cada sector es muy distinto. Que algunos bajan, que otros suben… Pero hay uno de ellos, concretamente el periodismo, que se encuentra directamente en la UVI. Una situación crítica que, sin duda, traspasa las fronteras de la Comunitat… Desde hace años los medios de comunicación priman la inexperiencia. Si no eres licenciado o acabas de salir de la carrera, pues mejor. Y no lo digo yo, que ya me he encontrado con algunos de estos.

Un medio de comunicación se concibe como cualquier otra empresa. Eso no es novedad. Por ello, los sueldos bajos están a la orden del día. Y cuando digo bajos, son bajos. Los llamados mileuristas se pueden dar por satisfechos si miran a los que les informan día a día. A los que ayudan a consolidar el famoso cuarto poder. ¡Cuanta falacia!  

El periodismo de calidad pasó a mejor vida. Y no es culpa de los periodistas (los de a pie). Sino de todos los que se encuentran al mando (que tuvieron la suerte de vivir los buenos años del periodismo) y ahora juegan a ser dioses. Quizá no quieren que nadie les destrone.  

Pero al grano. La radiografía de un periodista en un medio de comunicación privado convencional es la siguiente: no llega a los 30 años, trabaja una media de 10 horas diarias, cobra un sueldo que a duras penas llega a los 1.000 euros (ni de lejos) y, para más inri, la competitividad exacerbada a la que estamos sometidos ha creado un velo ante nuestros ojos. Será por eso que ni siquiera somos capaces de elevar nuestra voz para exigir un trabajo digno. Menos mal que dicen que somos el cuarto poder.

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